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7 jun 2011

El otro genocidio

¿De qué no será capaz alguien que justifique este horror? Las atrocidades de los nazis no suponen la menor excusa para la condena más tajante a esta historia olvidada, hecha además en nombre de la democracia y el liberalismo.
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Hiroshima, 66 años de censura

Nueva York expone al fin las fotos secretas tomadas tras el bombardeo de EE UU

BARBARA CELIS - Nueva York - 07/06/2011
Antes de que el epicentro de los ataques del 11-S en Nueva York se convirtiera en la zona cero más famosa del mundo, hubo otra de proporciones mucho mayores y de la que sin embargo, apenas hay imágenes: Hiroshima. Y ese es precisamente el título -Hiroshima: Zona Cero 1945- que el Centro Internacional de la Fotografía de Nueva York ha escogido para una exposición que tras la reciente catástrofe nuclear de Fukushima, en Japón, se antoja de lo más oportuna.
No es que los organizadores hayan querido hacerla coincidir con la estela del escape radiactivo que siguió al tsunami y al terremoto que asoló Japón hace apenas dos meses. Simplemente el destino es caprichoso y así lo ha querido. Pero precisamente por eso, este sobrecogedor archivo de desolación, destrucción y vacío que puede verse hasta el 28 de agosto y que representa esta pequeña pero muy desasosegante exposición de 60 imágenes, es más que efectivo.
Tras lanzar sobre Hiroshima la primera bomba atómica que se utilizó en un conflicto armado, el Gobierno estadounidense impuso una estricta censura fotográfica sobre la ciudad. Tras una explosión que aniquiló en el acto a más de 140.000 seres humanos y destruyó el 70% de las estructuras físicas de la ciudad, Estados Unidos tuvo muy claro que cuanto menos viera el mundo de aquello, mucho mejor. "No se tiene que imprimir nada que altere directa o indirectamente la tranquilidad del público", anunció el Gobierno un mes después de la explosión. Las autoridades ya habían entendido perfectamente el poder de la fotografía para dejar grabada la muerte sobre la conciencia humana: las imágenes del recién liberado campo de concentración de Auschwitz o del bombardeo de la ciudad de Dresde acababan de hacer historia. Por algo aún hoy el ejército de Estados Unidos prohíbe publicar las fotos de sus propios caídos en conflictos bélicos.
El lado vencedor de la Segunda Guerra Mundial no quería remordimientos de conciencia entre la opinión pública. De ahí que apenas se hayan visto fotografías de la Hiroshima (y Nagasaki) pos nuclear, lo que convierte esta exposición en un evento extraordinario. Pero que no se hayan visto no significa que no las hubiera. Dos meses después del letal ataque, el presidente Truman envió a aquella ciudad arrasada a un equipo de ingenieros y arquitectos encargados de analizar los daños civiles, económicos y militares provocados por la bomba y que incluía a siete fotógrafos integrantes de la llamada Survey Physical Damage Division. Durante dos meses se dedicaron a fotografiar y analizar los restos de 135 edificios, 52 puentes, maquinaria y estructuras y situaron todos ellos en el mapa de la ciudad, detallando su distancia del epicentro de la bomba y sus daños.
Más de 800 de aquellas fotografías fueron publicadas en un informe secreto de tres tomos titulado Los efectos de la bomba de Hiroshima, Japón que se convirtió en la biblia del Gobierno estadounidense para la construcción de ciudades en los años que siguieron. El informe sugería que para que las urbes patrias fueran más resistentes a un ataque nuclear era necesario trasladar las fábricas a distritos pequeños, (para que, ante un eventual ataque, no se desintegrara la capacidad de producción del país).
Además, proponía reforzar los edificios con acero y cemento armado y construir búnkeres en sus sótanos. Muchos de esos edificios son todavía hoy parte del paisaje urbano estadounidense y el símbolo de "protección ante radiación nuclear" en las entradas indica sus características de "edificio a prueba de bomba".
Las fotos fueron desclasificadas en la década de los sesenta, se conservaron durante años en el sótano de uno de los ingenieros que elaboró el informe gubernamental y estuvieron a punto de ser pasto de las llamas en un incendio en el que pereció aquel ingeniero. Su hija las tiró a la basura, un joven las rescató, pero después perdió parte de ellas. Las encontró el dueño de un restaurante en la calle en Watertown (Massachussets) en 2000 y con la ayuda de un amigo localizó a su último dueño, organizó una exposición modesta e ignorada y finalmente, en 2006, se convirtieron en parte de la colección del ICP. Ahora este centro les devuelve su descorazonadora importancia.
100 imágenes de hiroshima:

Hiroshima, el horror que nunca nos quisieron enseñar

05 febrero 2007
Las bombas de Hiroshima y Nagasaki acabaron con la vida de más de 250.000 personas y dejaron un legado de horror que aún perdura en nuestros días. En los siguientes años, la destrucción de ambas ciudades quedó asociada con las imágenes de edificios arrasados y llanuras llenas de escombros. Pero, ¿dónde estaban las víctimas? A principios de 1946, las autoridades estadounidenses habían ordenado la destrucción de centenares de fotografías y prohibido la difusión de cualquier testimonio de la masacre. Se prohibió a la población japonesa cualquier comentario sobre los bombardeos o las informaciones que pudieran “alterar la tranquilidad pública”.

Con los años, salieron a la luz algunos de los documentos clasificados como “alto secreto”, pero Hiroshima y Nagasaki siguieron quedando como un terrible dato en la enciclopedia; a diferencia de lo que sucediera con otras infaustas masacres - las pilas de cadáveres de Mauthausen o los gaseados en el Kurdistán -, en Hiroshima y Nagasaki no quedó imagen ni conciencia del horror, solo unos centenares de miles de víctimas sin nombre, convertidas en una cifra escalofriante a la que nadie ponía cara.

Lo que vais a ver es un testimonio de la más horrible destrucción causada por el ser humano, una recopilación de fotografías que se han publicado otras veces, pero raramente juntas. Aquellos que no estén preparados, o solo sientan el impulso del morbo, por favor, que se queden en la puerta. Los demás, pasad con respeto; el único objeto de esta entrada es evitar que la ignominia caiga en el olvido. (Seguir leyendo)

1. Señales

Uno de los muchos relojes encontrados en los alrededores de Hiroshima; todos permanecen parados a la misma fatídica hora, las 8,15 h., la hora exacta de la explosión.

En muchas superficies el calor y la fuerza salvaje de la explosión dejaron una impronta sobre paredes y suelos. En algunos casos, como este puente situado a un kilómetro del centro de la explosión, se ve claramente la denominada “sombra nuclear” que dejó la deflagración detrás de los pilotes.

En otros lugares, como en esta pared, la explosión imprimió las siluetas de algunas personas, cuyos cuerpos fueron pulverizados de forma instantánea.

La imagen de abajo, situada a unos 250 metros del centro de la explosión, muestra la sombra de una persona que estaba sentada en las escaleras de un banco, probablemente esperando a que abriera. Las temperaturas de hasta 2.000º C lo incineraron sobre el escalón.


2. El horror

El 6 de agosto de 1945, a las 8:15 de la mañana, la bomba lanzada por el Enola Gay estalló a una altura de 580 metros sobre el centro de Hiroshima y mató a unas 70.000 personas al instante. La onda expansiva, a unos 6.000 grados de temperatura, no dejó un edificio en pie y carbonizó los árboles a 120 kilómetros de distancia.

Varios minutos después, el hongo atómico se elevó a unos 13 kilómetros de altura y expandió una lluvia radiactiva que condenó a muerte a las miles de personas que habían escapado del calor y las radiaciones. Dos horas después habían muerto unas 120.000 personas, 70.000 habían resultado gravemente heridas y el 80% de la ciudad había desaparecido.

Según Wikipedia, el área inmediatamente afectada fue de 5 kilómetros cuadrados densamente poblados. Hubo miles de casos de incineración súbita, carbonizaciones parciales y quemaduras de personas expuestas hacia el hipocentro del estallido, a más de 10 km de la zona cero.


Pero el horror no había terminado. Días después de que la bomba atómica destruyera la ciudad, los médicos comprobaron asombrados que la gente seguía muriendo en forma enigmática y aterradora, de síntomas desconocidos; "al principio los médicos y cirujanos trataban las quemaduras como cualquier otra, pero los pacientes se licuaban por dentro y morían. Ningún médico había visto nada igual".

"Sin alguna razón aparente, su salud comienza a deteriorarse -escribía Wilfred Burchett en su reportaje-,... Los médicos japoneses les inyectan vitaminas, pero la carne de los enfermos se pudre al contacto con la aguja. Hay algo que acaba con los glóbulos blancos, pero no sabemos qué es".



Esta imagen muestra el ojo de una víctima de ‘cataratas por radiación’. Muchos de los afectados estaban en un radio de dos kilómetros. La mayoría de los casos aparecieron años después.






3. Los Hibakusha

 Hibakusha ("persona bombardeada") fue el término con que los japoneses designaron a los supervivientes. Oficialmente hubo más de 360.000 hibakusha de los cuales la mayoría, antes o después, sufrieron desfiguraciones físicas y otras enfermedades tales como cáncer y deterioro genético.

Paradójicamente, muchos de los hibakusha fueron víctimas dobles: de los norteamericanos y de sus propios compatriotas, que le discriminaron durante años debido a que “la radiación se creía contagiosa”.

'La gente normal no nos dejaba acercarnos', explicaba uno de los hibakusha años después. "Algunas víctimas de las bombas ocultaron los ocurrido y pudieron encontrar trabajo, pero, en cuanto se les declaraba alguna de las mil y una dolencias derivadas de la radiación, eran fulminantemente despedidas".


4. Yamahata, el fotógrafo de Nagasaki

El día 10 de Agosto de 1945, menos de 24 horas después del estallido de la segunda bomba, Yosuke Yamahata, fotógrafo del Ejército japonés, llegó a la ciudad de Nagasaki con el encargo de documentar los efectos del "nuevo tipo de arma". Yamahata caminó durante horas entre los escombros del escenario más dantesco que jamás hubiera imaginado. Sus fotografías son una de las pruebas más desgarradoras de la monstruosidad humana:

“Un viento caliente comenzó a soplar – explicó años después – En todos lados se veían pequeños incendios, como antorchas apagándose: Nagasaki había sido totalmente destruida… prácticamente tropezábamos con cuerpos humanos y de animales que yacían a nuestro paso…"

"Era en verdad el infierno en la tierra. Aquellos que apenas pudieron sobrevivir la intensa radiación -con los ojos quemados y la piel calcinada y ulcerada- deambulaban apoyándose en palos para poder sostenerse esperando ayuda. Ni una sola nube amortiguaba los rayos del sol de ese día de agosto, brillando inmisericorde en ese segundo día después del estallido”.






Veinte años después, el 6 de agosto de 1965, cuando se recordaba el vigésimo aniversario del bombardeo a Hiroshima, Yamahata enfermó súbitamente. A los 48 años de edad, le fue diagnosticado cáncer terminal de duodeno, probablemente debido a efectos radiactivos residuales recibidos en Nagasaki en 1945. Murió el 18 de abril de 1966 y fue enterrado en el cementerio de Tama en Tokio.

Más información en el Congreso de Japón.

Más información y fuentes: 123456789, 10 / English version.
(TOMADO DEL FORO SANTO TOMAS MORO).

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