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3 jun 2015

Nada podemos sin Dios

Desde los tiempos de la transición los Carlistas hemos adoptado como uno de nuestros lemas el "Nada sin Dios". 

Ahora decimos: "Nada podemos sin Dios". Es que, en efecto, lo malo del partido neocomunista gramsciano de Pablo Iglesias no son sus argumentos, ni muchas de sus ideas o brillantes análisis. Lo malo es su horizontalismo. 

Lo malo es que exageran el poder, la voluntad, la pura fuerza material (de los votos, de las campañas, de los medios). Son voluntaristas lo mismo que los nazis pero al estilo marxista: o sea, despreciando los aspectos más puramente sentimentales del ser humano y apelando a presuntas reglas científicas que solo son inteligibles para mentes privilegiadas. Cerebros portentosos capaces de leer "El Capital" y cosas parecidas. Dicen que están en contra del liberalismo pero de hecho han venido para consolidar los principios naturalistas del sistema que dicen querer cambiar. Los verdaderos antiliberales somos los católicos. Ellos son postliberales, una nueva máquina electoral, son el hijo pedante que Rajoy siempre quiso tener. Y no han venido a tomar el cielo por asalto sino las cloacas del Estado a golpe de campaña electoral.

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